sábado, junio 23, 2007

La ley del Mínimo esfuerzo


Recuerdo a uno de mis profesores, en los Escolapios, que solía repetirnos una frase "Si os movéis con el mínimo esfuerzo nunca saborearéis el éxito de vuestros actos". Lógicamente un niño de ocho años no llegaba a entender todo lo que esta frase quería encerrar.


Cuando vemos en los medios de comunicación cómo la sociedad está cambiando, y oímos a profesores de escuela quejarse de la actitud de muchos adolescentes y su "apatía" ante las clases, no es difícil dirigir la mirada de responsabilidad hacia un núcleo fundamental: La familia.


Cuando a un niño se le enseña que la más mínima acción hacia los objetivos que nosotros queremos es recompensada, que cualquier acción que conlleve el más mínimo acto positivo tiene un incentivo, siempre externo, aprende a identificar su esfuerzo con refuerzos externos. Así, si Pedro aprueba un curso y recibe una moto, asociará sus éxitos académicos con una recompensa externa, y nunca con una satisfacción personal. De este modo, cuando ese niño crezca, nos encontrarememos, con adolescentes con baja tolerancia a la frustración. Cuando la vida y los retos se hacen mayores que un certificado de notas, es más difícil poder recompensar cada acción, cada elemento que satisfaga a sus mayores, por lo que el paso siguiente es el pasotismo, la dejadez, y más adelante, las conductas opuestas a las esperadas, precisamente como la búsqueda de un extremo en la que se sientan "identifcados".


Como decía Maslow, cuando se han cubierto las necesidades fisiológicas (en las que están las materiales) todavía quedan por cubrir las necesidades de seguridad, de sentimiento social, de integración, y de autorrealización. Mucho camino, que no se enseña a los niños.
Si nos encontramos con jóvenes que no respetan a sus mayores (Evidente signo de enfermedad en una sociedad), que fracasan en sus estudios, que no conciben su vida sin todos los productos de consumo que les hagan tener "un status", y con conductas patológicas, como la violencia extrema, o el vandalismo sin sentido, deberíamos volver los ojos a algunos padres que pasaron de las libertades al "lasser faire", de los padres como figura de apego a la criada o canguro, y de la presencia de cariño a los sustituos materiales.


Y todos hemos tenido 15 años. Y todos hemos hecho alguna locura. Pero la lógica inquietud por las cosas, el desafío al poder, y la búsqueda de nuevos patrones con los que sentirse "mas mayores", poco tienen que ver con conductas que estamos empezando a observar.


Es un hecho que debe hacernos reflexionar. Sobre todo a los que, algún día, debamos formar una familia. Yo no creo en libros mágicos de cómo educar a los hijos, sólo en el ejemplo más lógico. En el esfuerzo, como decía mi profesor, como algo inherente a la persona, que debe enseñarse desde pequeño y en que las recompensas materiales no pueden ser nunca moneda de cambio ante ausencias de responsabilidades paternas.

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