jueves, julio 26, 2007

La última cita


Hacia tiempo que no la veía. Acudió a nuestra cita vestida de blanco. Ese blanco ibicenco que tan bien le sentaba. No habíamos quedado en calidad de novios, ni siquiera de ex´s, sólo para vernos antes de que ella se fuera a vivir a Suecia con su novio.


Me sentía raro. Tantos años juntos, tantos recuerdos de nuestros viajes, de nuestra convivencia, que era extraño estar esperándola con esa sensación de adolescente en su primera cita.
No tardó en llegar. Sabía llegar cinco minutos tarde, el tiempo suficiente para no enfadarte con ella y, a la vez, conseguir que su presencia fuera más deseada.


Al verme en la distancia, me sonrío y desarmó por un momento, todas las estrategias que había estado preparando el día anterior. Se acercó hacia mí con paso firme y al llegar a mi lado ambos dudamos por un momento en la forma de saludarnos. Me mostró su mejilla y le di un beso.
¿Cuánto tiempo no?- Dijo ella.
Si, la verdad es que casi ya no me acordaba ni la última vez que quedamos.
Seré hipócrita!-pensé. Recordaba cada momento de la última vez que nos vimos. De las lágrimas que derramamos. Cómo olvidarlo. Y cómo olvidar ese aroma. No había cambiado nada. Seguía teniendo ese olor a recién lavado. Recordé como era despertar a su lado, acariciarla por debajo del mantel en nuestras cenas familiares, hacer el amor mientras veíamos una peli los viernes por la noche….era capaz de despertar en mí la emoción de las pequeñas cosas. Nadie más lo ha conseguido. Y ahora la tenía delante, y no sabía que decirle.
Empezamos a hablar de nuestras vidas. Yo fingía estar muy feliz, dando a entender que nuestra ruptura me había aportado esa tranquilidad y sosiego que tanto echaba de menos.

Era absurdo pensar que me estaba volviendo a despedir de ella. Por un instante dejé de intentar hablar por hablar. De llenar los huecos para evitar el incómodo silencio.
En ese instante ella me miró a los ojos. Era la primera vez en toda la tarde que lo hacía y me preguntó qué me pasaba.
-No lo sé. Sólo que siento nostalgia de ti. Quizás no debería decírtelo, no debería echar por tierra esta imagen que he construido de chico duro, pero debía decírtelo antes de que te fueras. Nunca te he olvidado. En estos dos años que he pasado alejado de ti no he dejado de echarte de menos ni un solo día.-
Ojalá hubiera podido decirle esto. Mientras más lo pensaba más me acobardaba. Le sonreí y le dije que me acordaba de un día en que ella me invitó a un local muy caro en Madrid y al no poder pagar la cuenta embaucó al camarero para que me contratara hasta pagar toda la factura. Ella soltó una dulce carcajada. Como sabía hacer.
Hablamos durante horas, como si este tiempo no hubiera sido más que un remanso de nuestra relación. Tenía tantas ganas de abrazarla, de decirle que no quería que se fuera, que la quería como nunca antes había querido a alguien. Pero no lo hice.
Algo me dice que ella pensó lo mismo. Pero nuestro miedo nos volvió a alejar. Nos hizo esclavos de nuestro propio destino.
-Se hace tarde, debo marcharme.- Tantos años soñando con un final romántico y no estaba siendo capaz de retenerla. No esperaba ser Richard Gere en Oficial y caballero, pero sólo decirle que la quería.
Nos fuimos del bar. Al acompañarla hasta el Metro dejé de escuchar su conversación, sentía una pena tan inmensa que ni sus palabras me sacaban de mi tristeza. Planeaba improvisadamente una estrategia, un pequeño plan, una frase, de esas de película, que consiguen que la chica se quede para siempre con el chico, pero todo fue en vano.
Llegamos a la estación. Nos miramos y sus ojos se humedecieron. Me abrazó esperando que de mi boca saliera una sola palabra que la hiciera no alejarse de mí jamás. Pero fue inútil. Volví a fallarla a ella y a mí mismo.
De aquello han pasado ya casi doce años. Hoy vivo en una urbanización cerca en el Masnou. Mi mujer, se llama Marta y tenemos dos hijos maravillosos. Tengo todo lo que siempre había deseado y no me arrepiento de lo que hice, pero no hay un solo día que me acueste o me levante que no me venga a la memoria su recuerdo y aquella fragancia que logró cautivarme para el resto de mis días.

jueves, julio 12, 2007

Esta vez callado.

Esta vez callado gritaré tu nombre
Arrebatando al silencio
Las palabras robadas
Gimiendo en susurros
Cada caricia
Sintiendo en mi alma
Cómo se te anhela,
Derramando tu sonrisa
Que de recuerdos me llena.

Esta vez callado gritaré tu nombre.
Ese nombre que llena cada madrugada
De mil “te quieros”, “no llores” ,
Mi soledad lejana,
Pensando en voz alta,
Riendo mis lágrimas,
Sabiendo que eres lo que me faltaba.

Seguiré gritando, seguiré callado,
Seguiré contando a mi amiga el alba
Que te doy mi alma en cada palabra.